martes, 14 de septiembre de 2010

15 de Septiembre; NUESTRA SENORA DE LOS DOLORES

Conmemoramos hoy los 7 dolores de María al pié de la Cruz.

“La madre estaba llorosa

junto a la cruz dolorosa

de donde su Hijo pendía”

Esta estrofa del “Stábat Mater” refleja el dolor de la madre velando al pie de la Cruz.

Desde los primeros tiempos, los fieles cristianos manifestaron tierno amor por Nuestra Señora. Aunque la devoción a los dolores, fue difundida a mediados del Siglo XIII por los servitas, o sea la Orden de los Siervos de la Virgen, cuyo principal cometido, era meditar en la pasión de Cristo y en los dolores de su madre.
En el Siglo XVII comenzaron a celebrarse dos fiestas dedicadas a los siete dolores de María.
La primera según el antiguo Calendario Litúrgico, el viernes siguiente al Domingo de Pasión, llamado Viernes de Dolores. La que fue extendida por Benedicto XIII en 1724 a la Iglesia Universal.
La segunda se celebraba el tercer Domingo de Septiembre., instituida por el Papa Pío VII, en 1814, la que en 1913 acabó fijándose en el día 15 de Septiembre.

Ya desde el momento de la Anunciación, María sabía que su suerte estaba íntimamente ligada a la de su Hijo. En el Templo, cuando durante la Circuncisión, su Hijo derramó la primera gota de sangre redentora, ella sintió que una espada de dolor atravesaría su alma.

En dos lugares distintos de las Sagradas Escrituras, se mencionan las amargas penas que afligieron el corazón de la Virgen.

1. Tuvo que huir con su Niño y José a Egipto. Toda su vida fue un acompañar a su Hijo.

El dolor de María es verdadero y auténtico sacrificio unido al de Cristo.

2. Tuvo que ver a su Hijo flagelado, encarcelado, insultado

3. Con la corona hundiéndose en su sangrante cabeza,

4. Lo vio caminando por las calles de Jerusalén encorvado por el peso del madero, e injuriado por la multitud.

5. Oyó los terribles golpes del martillo. Y los clavos con los que taladraron las manos del Hijo, se hundieron espiritualmente en el seno de la Madre.

6. Luego lo vio pendiente del madero, presenció su sed devoradora, y la infame burla del vinagre

7. Su atormentada agonía en su afán por respirar y su grito final.

Todo esto vio María sucederle a su Hijo, quien nunca tuvo en la boca palabras, que no fueran de perdón, misericordia e inmenso amor.
Si Cristo es la Pasión, María es la com-pasión .
Porque el amor de Nuestra Señora, que constituye el principal motivo de su pena y amargura, es magnánimo, y más poderoso que la misma muerte.
Atravesada está siete veces por el dolor, como por siete espadas, pero no rehúsa los dolores, sino que los padece con su Hijo , por la redención del género humano.
La sangre de Cristo y las lágrimas de María convergen en un único canal salvador.



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